La nueva conquista de América: El indigenismo como estrategia de disolución de la hispanidad

El mundo anglosajón falsifica la historia para destruir la identidad hispánica

Durante décadas, el indigenismo ha sido vendido como una reivindicación justa, una manera de reparar las heridas históricas de los pueblos originarios de América. Sin embargo, ¿y si detrás de esta narrativa se escondiera una operación ideológica bien orquestada? ¿Y si el indigenismo actual, lejos de empoderar a los pueblos indígenas, sirviera a los intereses del mundo anglosajón para socavar la identidad hispánica y fragmentar las naciones iberoamericanas?

Autores como Marcelo Gullo, Javier Barraycoa, y pensadores críticos del relato dominante han venido denunciando esta trampa intelectual y política que, bajo la máscara de la justicia histórica, promueve una autodestrucción cultural y espiritual de los pueblos latinoamericanos.

Divide y vencerás

El indigenismo moderno —el de Evo Morales, López Obrador y ciertos sectores del progresismo académico— no tiene nada que ver con un amor genuino por los pueblos originarios. Es, más bien, una narrativa importada, manipulada y promovida desde instituciones globales (muchas anglosajonas) que operan bajo una vieja pero efectiva estrategia imperial: divide et impera.

Marcelo Gullo, en Madre Patria, desmantela las mentiras fundacionales del indigenismo: la idea de una América idílica antes de la llegada de los españoles, de una conquista puramente genocida, y de una cultura indígena “pura” destruida por los malvados conquistadores. Lo que Gullo demuestra con rigor es que el mundo indígena prehispánico estaba plagado de imperios esclavistas, sacrificios humanos, y opresiones brutales que muchos pueblos originarios deseaban superar, incluso aliándose con los españoles.

El mito del “indio bueno” y el “español malo” no es solo una falsedad histórica: es una herramienta de ingeniería social. Su propósito es sembrar odio hacia la propia raíz mestiza, hacia la hispanidad como proyecto civilizatorio, y fracturar la conciencia nacional de los pueblos iberoamericanos. El resultado es un resentimiento contra la identidad propia, una negación del legado cristiano, y una apertura total a las nuevas formas de dominación global: el multiculturalismo vacío, el individualismo neoliberal, y el globalismo sin alma.

La hispanofobia útil al imperio anglosajón

Javier Barraycoa ha explicado con claridad cómo el odio a lo español ha sido sistemáticamente promovido, no solo desde dentro de nuestras propias universidades y medios, sino también desde fuera: ONGs, fundaciones extranjeras, y organismos globales llevan décadas financiando discursos indigenistas y decoloniales que terminan debilitando los lazos históricos, lingüísticos y espirituales de Hispanoamérica.

El resultado es un terreno fértil para la intervención cultural y económica del mundo anglosajón, que nunca ha dejado de ver a América Latina como un patio trasero. Mientras se enseña a los niños a odiar a Cortés y a adorar a “la Pachamama”, las élites globales compran tierras, recursos naturales, y soberanía a precio de saldo. La crítica a la “conquista española” sirve como cortina de humo para ocultar la nueva conquista: silenciosa, digital, financiera y postnacional.

¿Reivindicar al indio o destruir al mestizo?

La paradoja brutal del indigenismo actual es que, bajo la apariencia de reivindicar al indígena, desprecia al mestizo. Y América Latina es, en su abrumadora mayoría, mestiza. Esa fue precisamente la gran obra de la civilización hispánica: la creación de una nueva síntesis humana, donde el indígena no fue exterminado como en los procesos anglosajones, sino incorporado, bautizado, educado, y muchas veces promovido.

Esa identidad mestiza, forjada en el cruce entre la cruz y el maíz, entre Santo Tomás y Quetzalcóatl, es la que está en juego. Y no es casual que se intente borrar. Porque una identidad mestiza fuerte, católica, hispánica y consciente de sí misma, no es fácilmente manipulable. Es incómoda para el imperialismo moderno, que necesita pueblos fragmentados, llenos de culpas ficticias, y sin relatos que los unan.

Recuperar la verdad, reconstruir la identidad

Es hora de desmontar la gran mentira. El indigenismo actual no busca justicia, sino resentimiento. No promueve integración, sino desmembramiento nacional. No exalta lo indígena real, sino una caricatura útil para la propaganda.

La verdadera descolonización no consiste en odiar a España, sino en liberarse del relato anglosajón, de su versión de la historia, de su agenda ideológica. Consiste en reencontrarse con la Hispanidad como raíz común, con el mestizaje como proyecto civilizador, y con el alma católica que sostuvo durante siglos a nuestros pueblos frente a imperios, tiranías y herejías.

Como bien diría Gullo: “La única manera de vencer el relato anglosajón es recuperar nuestra memoria histórica.” Y en esa batalla, cada palabra importa.