¿Realmente eres libre? La ilusión de la autoayuda y el nuevo control social

En la era moderna, donde el individualismo es venerado como el máximo ideal de libertad, la industria de la autoayuda ha surgido como un profeta de la autosalvación. Promete que el camino hacia la felicidad y el éxito personal está en nuestras manos, insinuando que cada individuo es su propio mesías. Pero, ¿es esta promesa de libertad y autosuficiencia genuina, o es una ilusión que nos mantiene atrapados en un bucle sin fin de automejora, ajenos a una trascendencia más profunda y a la interconexión humana?

Los libros de autoayuda nos ofrecen fórmulas para la felicidad, la riqueza, y el éxito personal, situando el poder de cambiar nuestras vidas completamente en nosotros mismos. Esta narrativa, sin embargo, puede llevar a lo que Alain Ehrenberg describe en “La fatiga de ser uno mismo”: una sociedad donde la depresión y el agotamiento emocional son resultado de la presión de ser el único responsable de nuestro bienestar. Esta promesa automesianica, donde uno es tanto el salvador como el salvado, ignora las complejidades de la vida humana y las circunstancias externas que influyen en nuestro destino.

La autoayuda nos seduce con la idea de que siempre podemos ser “mejores”. Esta búsqueda incansable de perfección personal puede volverse un ciclo interminable. Nunca hay un momento de llegada, solo un constante “hacia adelante”, lo que puede llevar a una sensación de vacío y falta de logro verdadero. Es un viaje sin destino, donde la meta se mueve continuamente más allá del horizonte.

En su libro “La busqueda de la felicidad, porque no serás feliz hasta que dejes de perseguir la perfección” Tal Ben-Shahar destaca cómo la búsqueda constante de parecer más jóvenes, ganar más dinero, vivir una vida llena de significado y destacar en deportes nos lleva a perseguir metas imposibles, generando infelicidad al no alcanzar la perfección que imaginamos. En lugar de encontrar felicidad en estos logros, nos encontramos atrapados en una espiral de insatisfacción, donde el valor se mide por ideales inalcanzables, ignorando la importancia de aceptar y disfrutar el presente y lo que ya hemos alcanzado.

G.K. Chesterton, en su obra, criticaba la búsqueda moderna de la felicidad y el éxito como una forma de idolatría del yo. Para Chesterton, la verdadera trascendencia yace en mirar hacia afuera, hacia la comunidad, la naturaleza, y lo divino, no en un introspección narcisista. La autoayuda, al centrarse en el individuo, desvía a las personas de una búsqueda de significado que podría encontrarse en la conexión con los demás y en un propósito más grande que uno mismo.

Pero una de las posiciones más controvertidas en torno al tema de la autoayuda sería la de Byung-Chul Han. En su libro “La Sociedad del Cansancio”, Han expone que en la sociedad actual, el individuo se ha convertido en su propio empresario, siempre buscando optimizarse, mejorar su productividad y presentarse como un proyecto exitoso. Sin embargo, esta búsqueda constante no es liberadora, sino una nueva forma de control social. En lugar de depender de coerción externa, las personas se esclavizan voluntariamente al ideal de un yo siempre mejorable, atrapadas en un ciclo interminable de rendimiento donde competir consigo mismos es la norma, sin reconocer las barreras sistémicas o las necesidades de descanso y conexión humana.

En mi opinión, la autoayuda es como la comida rápida para nuestra vida espiritual y emocional: es conveniente, fácil de consumir, pero carece de los nutrientes profundos que realmente nutren el alma. Como señala Svend Brinkmann en Sé tú mismo: La locura de la superación personal: esta cultura nos aleja de la realidad y de aceptar nuestras propias limitaciones. Nos empuja a ser islas autosuficientes, y en ese proceso, la idea de comunidad y la importancia de contribuir al bien común se desvanecen.

¿Realmente eres libre cuando la autoayuda te encadena a un ideal de perfección perpetua? La verdadera libertad podría residir en aceptar nuestras imperfecciones, en reconocer que la vida no es un proyecto personal de mejora infinita sino un viaje compartido con otros. La ilusión de la autosalvación oculta la necesidad de la salvación espiritual, de la trascendencia a través del amor, la comunidad y la contribución a algo más grande que uno mismo.

En lugar de buscar dentro de nosotros mismos exclusivamente, deberíamos contemplar la interacción con el mundo, con el otro, y con el misterio de la existencia. Solo entonces podremos descubrir una libertad que no es una ilusión, sino una realidad tangible y compartida.